
Gaviota, es un poema que engarza cinco haikus, que se pueden leer en forma independiente.
Sólo para artistas
Esta página contiene poemas propios del autor, muchos de los cuales se han en editado en diferentes medios, impresos y digitales, en ámbito nacional e internacional.
Gaviota, es un poema que engarza cinco haikus, que se pueden leer en forma independiente.
Acabó el jazz… se fue el bohemio, pero en la mesa de aquel bar escribió un poema que decía: Ya no sé si te amé o tú me amaste, si te olvidé, o tú me olvidaste, pero el fuego aquel que brotó en solitarios y umbríos desvelos, se perdió en el frío de tu ausencia: como una nube en la distancia. Aquí, la música se acaba, pero eco de guitarras sordas parece que ríen, y me miran como a una nota perdida, prendida al humo de un cigarro. Ya no sé si te amé o tú me amaste, si te olvidé, o tú me olvidaste, mi amor no recuerdo tus besos, y mi sueño… duerme sin ti.
Josefo
Los sueños y desilusiones se encierran en las notas de un jazz.
Escucha esta melodía: Dios nunca muere
CANAS BLANCAS A MI MADRE
Hoy que la vida me alcanza
con sus reclamos de insomnio,
rezo, como tú, a mis hijos
frente a sus lechos de sueño.
Fui razón de tu desvelo;
cobijado entre tus besos
no entendí los crepúsculos
que ataron tus alboradas.
En mis manos, sin saberlo,
se tiñeron tus cabellos:
de negros se hicieron blancos
y más blancas tus sonrisas.
El ayer que fui en tus brazos
llama con la misma fuerza
como esclavo sin dominio:
¡soy gigante y soy pequeño!
Hoy, cuando siento una pena
por el más leve desprecio,
por caricias que en el aire
mueren ávidas de un beso,
busco la sonrisa ajena:
la caricia que esperaste;
la de aquel, tu niño ingenuo
que jamás vivió un reclamo,
y pido a Dios, dé a mi rostro
las máscaras de la vida,
¡frío ante un desdén que hiere!
¡sonrisa al pecho herido!
Ya vendrán mis largas noches
con su pausado silencio,
cargando en tus nietos sombra
que yo romperé callado.
Despierto estaré a sus pasos
como vigilante eterno
muy sereno a los reproches:
como piedra en la penumbra.
Y cuando los vea en su andar,
con el alma hecha pedazos
escucharás mi plegaria
escondida entre los labios.
Hacia ti vendrán mis pasos
suspirando por tu ausencia,
reviviendo mil consejos:
los que me diste sin contar.
¡Lloro tu cabello negro!
aquel que llené de canas
con besos de niño pobre
y mil caricias de invierno.
Otras rosas en canteras
quieren cubrir las lápidas
de un dolor que se resigna,
de una ausencia que se llora.
¡Que costosos son los hijos
que se llevan nuestras vidas!
¡son la herencia de la sangre!
¡es el pago al cielo eterno!
¡Perdóname madre mía!
tú me diste la existencia:
si no amé como debía,
¡es la vida quien me cobra!
Por eso no traigo flores:
¡estos brotes son tus nietos!
ellos pintarán mi pelo
como yo a ti: con canas blancas.
En la fiesta brava se enfrentan la pasión y a bravura.
EL ADIÓS DE UN TORERO
Hijo, antes de que muera…
¡Llévame a la fiesta brava!
Quiero escuchar los clarines
haciendo eco en los tendidos
y ver al alguacilillo
abrir la plaza a la faena.
Los engalanados ternos,
la pasión de los toreros
y el paso de los caballos
que montan los rejoneros;
la encendida sangre árabe
cordobesa y andaluz…
¡a la usanza lusitana!
Déjame escuchar de nuevo
el bramido en los toriles
de los bravos astifinos
que llegan de Sayalero;
furias de Albacete y Miura
que secuestran el aliento,
que arrancan la gritería
embistiendo revoleras
en la arena de la plaza.
Los templados picadores
que aguantan el primer choque
y los fríos banderilleros
azuzando a los astados…
¡Desafiantes a la suerte!
¡Llévame al coso taurino!
quiero volver a Madrid,
a Málaga y Zaragoza,
y llenarme con los olé
a cada pase de pecho,
al engaño en chicuelinas,
al lamento de la seda
que vuela en revoleras
escapando a los pitones.
¡Déjame sentir el viento
que se filtra en las muletas
en la apasionada cita
que descorrerá los velos
de la gloria y de la muerte!
El susurro del acero,
la espada que se descubre
al furor de la embestida,
la angustia de graderías
por la vida de rivales
que inmortalizan la faena.
Un paso doble taurino
entre pañuelos azules,
los clarines y timbales
entre pañuelos naranja…
Toma ¡guarda mi montera!
ya se terminó la faena
y no me quedan más tercios:
volverán los mulilleros
y el sol que deja las gradas
no verá a los monosabios.
03-08-2008
Arturo Antonio Torres Muñoz
JOSEFO
EL SIGNIFICADO DE LOS PAÑUELOS EN UNA CORRIDA DE TOROS http://www.canalextremadura.es/alacarta/tv/videos/el-significado-de-los-panuelos-en-una-corrida-de-toros
En Toros y letrillashttps://www.youtube.com/watch?v=0LYgdTXw6Vw
Fernando Ibarra ha dejado una huella imborrable en el ambiente taurino de La Laguna http://Fernando Ibarra ha dejado una huella imborrable en el ambiente taurino de La Laguna
Tauromaquia: virtuosismo y riesgo.
“AÑORANZAS DE LA CIUDAD DE DURANGO”
¡Bonita y señorial!
¡La Ciudad de Durango!
la que ya va perdiendo
sus nostálgicas noches
por nuevos fritangueros
que se venden al sueño.
¿En dónde están las casas?
¡las de grandes canteras
de viejas humedades!
aquellas que lloraban
con las primeras aguas…
escarchas del invierno.
Ya se murió el Sereno
de voz aguardentosa;
aquel que tantas noches
le gritó a la acordada…
¡Aquí no hay gavilleros;
hay pura gente honrada!
Ya también se olvidaron,
de las leves tormentas
que hicieron los caballos
en calles y banquetas;
¡relámpagos y rayos!
pezuñas entre piedras.
Y de aquellos troceros
de flotillas fantasmas
cargando tiernos troncos
aserrados de noche;
¡las que muy bien ocultan
ojeras de dinero!
El vetusto mercado,
con pozole, tamales
y hojitas de mezcal
que traían de la sierra,
hombres de tez curtida
quemada por el frío.
Casi se muere el río,
¡las aguas del Tunal
que arrastran desperdicios
sin que nadie haga nada!
deshechos de la noche
cuando reina el silencio.
¡Bonita y señorial!
¡la Ciudad de Durango!
la de grandes vergeles
con sed de manantial.
La de agrestes montañas
que sostienen al cielo.
La montaña de hierro
que extendió sus blasones
por todos los confines
del viejo y nuevo mundo;
¡la sangre de Durango,
convertida en acero!
El cerro del Mercado,
con el sabor de mina
que lucen en los dientes
aguerridos mineros
que domaron las sombras
y nidos de alacranes.
Los parques y alamedas
con mil ranas cantando
bajo sauces llorones.
Los viejos ahuehuetes,
tildíos, garzas y huacos,
en los ríos y en las charcas.
¡Los joviales amores!
consejos del Guadiana
tan llenos de promesas…
¡Niños que fueron sueños!
hijos de aquellos besos
sin miedos ni maldad.
Las otoñales lluvias
y nieves en el pelo,
ya cascan el acento
de breves serenatas
¡de aquellos trovadores
dormidos al sereno!
Los niños de la fuente
son parte del recuerdo…
Hoy ya caminan lento
jugando con sus nietos…
Los bañan con sus cantos;
¡ellos qué ranas fueron!
¡Bonita y señorial!
¡La ciudad de Durango!
Arturo Antonio Torres Muñoz
JOSEFO
2004
DURANGO corrido de Durango
Fiesta brava cubre la tarde de toros, siempre llena de emociones que despiertan los mas oculto del alma.
TARDE DE TOROS
En la monumental plaza,
donde se juega la vida,
donde se empuña la espada
a la luz de una esperanza.
Se congregan las pasiones,
y se llenan las barreras
buscando luces y sombras,
sin adormecer fronteras.
Ya resuenan los clarines
en un marco de silencio,
todos miran un espacio
en la puerta de toriles.
¡Ya se abrieron los portones!
ya se inicia el paseíllo,
ya brilla un terno azul y oro,
ya se miran los capotes.
Ya se acerca al ruedo
vestido en traje de luces,
llevando escasos abriles,
¡la juventud de un torero!
Ejerce la alternativa
aquella tarde de otoño.
¡Vive, como vive un sueño!
sueño, en el que va la vida.
¡Lleva el triunfo en la mirada!
la gloria espera aquella tarde.
La peonada ya se enciende
¡será larga la jornada!
¡Que se inicie la faena,
es clamor de gradería!
que venga la escudería
y que se apronte a la bestia.
Se alza un pañuelo blanco
en los altos de la plaza,
mientras una anciana, reza
por lo incierto del destino.
Se aprestan los puntilleros
a la embestida del toro,
¡viven con temple de acero,
y así viven sus caballos!
Los toriles ya se abrieron,
ya se ven por los chiqueros
astas de afilados cuernos,
ya se agita el corazón.
La bestia se adentra al ruedo
y la multitud se agita,
solo una voz diminuta
estalla como un reclamo.
¡Papá, es el campanero!
Dime ¿por qué lo trajeron?
¡mira! ya lo lastimaron
con esas puntas de acero.
¡Que casta, y que trapío!
ya arremete al puntillero,
ya ha chocado con el peto,
ya se apuntilló el morrillo.
¡Acuchilla revoleras!
mantos que se hacen jirones,
que se mueren en pitones
como flores encarnadas.
Vienen los banderilleros
llevando flores y acero,
aguijones al morrillo
que ya luce hilillos rojos.
Ya se agita la muleta,
se enfrentan, toro y torero
y atrás, en el burladero
se prepara ya la espada.
¡Ríe el capote sobre astas!
al calor de la faena,
¡que bravura y que templanza!
¡es la sangre de las gradas!
Los clarines cambian tercio,
se engrandecen los rivales,
se hacen lentos los misterios
de la anciana y su rosario.
¡Campanero no es el malo!
no permitas que lo maten
¡diles, diles que se callen!
clama el hijo al ganadero.
Se prepara ya el estoque.
Tras de la brava embestida,
se hunde la acerada espada
que lleva dolor y muerte.
Trae el corazón partido,
todo el furor que agoniza,
y aquella ultima embestida,
¡ya en el pecho se ha prendido!
¡En el aire está el torero!
y cae mortalmente herido,
ante un toro ya vencido.
¡Ya se ha muerto el campanero!
¡Un grito rompe el bullicio!
¡un grito que hiela el alma!
son lamentos de la anciana
por el hijo que ha perdido.
Quisiera apresar la muerte
y arrancarla del tendido,
ese aliento suspendido
es el precio de la suerte.
Corre el niño con espanto
y se brinca el burladero,
él quiere llegar primero
y curarlo con su llanto.
¡Que se escuchen los clarines
por el alma del torero!
Por su temple y por lo fiero
se arrojaron banderines.
¡Que sea azul ese pañuelo!
es el grito de la plaza.
¡Que se honre a la fiereza
y que sea testigo el cielo!
Ya están listas las mulillas
y no así los mulilleros,
ellos saben de toreros
y no de romper cadenas
Aun se encuentra arrodillada
la soledad de una mujer,
y un niño que, sin entender,
piensa en fiesta y canallada.
¡Vivirán los ruedos
tardes de sangre y arena!
tardes de dolor y pena…
de toros y de toreros.
Arturo Antonio Torres Muñoz
JOSEFO
En un ritual a la fertilidad, sujetos por la cintura, cuatro danzantes simbolizando los puntos cardinales, saltan al vacío a más de 20 metros.
Mi canto en Honor a la gente de la Huasteca veracruzana, tierra de Papantla, Veracruz, México.
Mayo 2017.
Brota un canto milenario
desde dentro de la jungla;
eco de amor y esperanza
que sueña en la paz del mundo.
Es una plegaria eterna
y un círculo que reinicia.
Vida que nace en la muerte;
muerte que inicia en la vida.
Bailando los gavilanes
acompañados de flautas
y ecos sordos de tambores,
¡pedirán perdón al monte!
Son pájaros voladores
que en descomunal espiga
buscan atar tierra y cielo,
¡hilos de polvo, aire y sangre!
Es ruego de los ancestros
que perdura entre los hijos
de la selva de Papantla:
corazón de la Huasteca.
Honrarán al Sol naciente
en su viaje por el cielo,
hasta su recinto de oro
cobijado por la noche.
¡Sol que brotará del suelo
por la ofrenda de la vida
que en el cielo se dispersa!
en un baile con la muerte.
Vivirás pequeño espacio
al arrullo de quetzales;
bella rosa de los vientos,
agua, tierra, viento y fuego.
Lentamente bajarán
los rayos de sol unidos
sin fatigas ni temores:
¡serán trece veces cuatro!
Ligadas están las piernas
que deben surcar el monte,
libres estarán las manos;
sólo atadas a su fe.
¡Cuchillo de sacrificio!
gritan con sordo silencio
sonidos de flauta y tambor:
al conejo, casa y caña.
¡Es un canto sin fronteras!
es por el hombre sin razas,
por hermanos sin rivales:
¡por un mundo si Miseria!
Por el árbol, por el monte,
por las cascadas y los ríos,
por las plantas y animales,
por la aurora y los luceros.
Por el valle y los desiertos,
por los mares y corales…
¡Por los bosques hechos leña!
!por la tierra que agoniza!
Otra ves, quetzal de fuego:
en un claro de la jungla
rezarás por soles nuevos…
Aunque el hombre… ¡No te entienda!
¡Voladores de Papantla!
¿cuanto les adeuda el mundo?
ARTURO ANTONIO TORRES MUÑOZ
“JOSEFO”
Poema: CANAS BLANCAS A MI MADRE
Hoy que la vida me alcanza
con sus reclamos de insomnio,
rezo como tú, a mis hijos
frente a sus lechos de sueño.
¡Fui razón de tu desvelo!
cobijado entre tus besos
no entendí los crepúsculos
que ataron tus alboradas.
En mis manos, sin saberlo,
se tiñeron tus cabellos:
de negros se hicieron blancos,
y más blancas tus sonrisas.
El ayer que fui en tus brazos
llama con la misma fuerza;
como esclavo sin dominio
¡soy gigante! y soy pequeño.
Hoy, cuando siento una pena
por el más leve desprecio;
por caricias que en el aire
mueren ávidas de un beso.
Busco la sonrisa ajena:
la caricia que esperaste;
la de aquel tu niño ingenuo
que jamás vivió un reclamo.
Y pido a Dios, dé a mi rostro
las máscaras de la vida:
¡frío ante un desdén que hiere!
¡sonrisa… al pecho herido.
Ya vendrán mis largas noches
con su pausado silencio
cargando en tus nietos ¡sombra!
que yo… romperé callado.
Despierto estaré a sus pasos
como vigilante eterno;
muy sereno a los reproches…
como piedra en la penumbra.
Y cuando los vea en su andar,
con el alma hecha pedazos
escucharás mi plegaria
¡escondida entre los labios!
Hacia ti vendrán mis pasos
suspirando por tu ausencia,
reviviendo mil consejos…
los que me diste sin contar.
¡Lloro tu cabello negro!
aquel que llené de canas
con besos de niño pobre
y mil caricias de invierno.
Otras rosas en canteras
quieren cubrir las lápidas
de un dolor que se resigna:
¡de una ausencia que se llora!
¡Que costosos son los hijos
que se llevan nuestras vidas!
son la herencia de la sangre:
¡es el pago al cielo eterno!
¡Perdóname, madre mía!
tú me diste la existencia:
si no amé como debía,
¡es la vida quien me cobra!
Por eso… ¡no traigo flores!
estos brotes: ¡son tus nietos!
ellos pintarán mi pelo
como a ti, “con canas blancas”.