Fiesta brava cubre la tarde de toros, siempre llena de emociones que despiertan lo más oculto del alma.

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TARDE DE TOROS
En la monumental plaza,
donde se juega la vida,
donde se empuña la espada
a la luz de una esperanza.
Se congregan las pasiones,
y se llenan las barreras
buscando luces y sombras,
sin adormecer fronteras.
Ya resuenan los clarines
en un marco de silencio,
todos miran un espacio
en la puerta de toriles.
¡Ya se abrieron los portones!
ya se inicia el paseíllo,
ya brilla un terno azul y oro,
ya se miran los capotes.
Ya se acerca al ruedo
vestido en traje de luces,
llevando escasos abriles,
¡la juventud de un torero!
Ejerce la alternativa
aquella tarde de otoño.
¡Vive, como vive un sueño!
sueño, en el que va la vida.
¡Lleva el triunfo en la mirada!
la gloria espera aquella tarde.
La peonada ya se enciende
¡será larga la jornada!
¡Que se inicie la faena, !
es clamor de gradería
que venga la escudería
y que se apronte a la bestia.
Se alza un pañuelo blanco
en los altos de la plaza,
mientras una anciana, reza
por lo incierto del destino.
Se aprestan los puntilleros
a la embestida del toro,
¡viven con temple de acero,
y así viven sus caballos!
Los toriles ya se abrieron,
ya se ven por los chiqueros
astas de afilados cuernos,
ya se agita el corazón.
La bestia se adentra al ruedo
y la multitud se agita,
solo una voz diminuta
estalla como un reclamo.
¡Papá, es el campanero!
Dime ¿por qué lo trajeron?
¡Mira!, ya lo lastimaron
con esas puntas de acero.
¡Que casta, y que trapío!
ya arremete al puntillero,
ya ha chocado con el peto,
ya se apuntilló el morrillo.
¡Acuchilla revoleras!
mantos que se hacen jirones,
que se mueren en pitones
como flores encarnadas.
Vienen los banderilleros
llevando flores y acero,
aguijones al morrillo
que ya luce hilillos rojos.
Ya se agita la muleta,
se enfrentan, toro y torero
y atrás, en el burladero
se prepara ya la espada.
¡Ríe el capote sobre astas
al calor de la faena!
¡que bravura y que templanza!
¡es la sangre de las gradas!
Los clarines cambian tercio,
se engrandecen los rivales,
se hacen lentos los misterios
de la anciana y su rosario.
¡Campanero no es el malo!
no permitas que lo maten:
¡diles, diles que se callen!
clama el hijo al ganadero.
Se prepara ya el estoque.
Tras de la brava embestida,
se hunde la acerada espada
que lleva dolor y muerte.
Trae el corazón partido,
todo el furor que agoniza,
y aquella última embestida,
¡ya en el pecho se ha prendido!
¡En el aire está el torero!
y cae mortalmente herido,
ante un toro ya vencido.
¡Ya se ha muerto el campanero!
¡Un grito rompe el bullicio!
¡un grito que hiela el alma!
son lamentos de la anciana
por el hijo que ha perdido.
Quisiera apresar la muerte
y arrancarla del tendido,
ese aliento suspendido
es el precio de la suerte.
Corre el niño con espanto
y se brinca el burladero,
él quiere llegar primero
y curarlo con su llanto.
¡Que se escuchen los clarines
por el alma del torero!
Por su temple y por lo fiero
se arrojaron banderines.
¡Que sea azul ese pañuelo!
es el grito de la plaza.
¡Que se honre a la fiereza
y que sea testigo el cielo!
Ya están listas las mulillas
y no así los mulilleros,
ellos saben de toreros
y no de romper cadenas
Aún se encuentra arrodillada
la soledad de una mujer,
y un niño que, sin entender,
piensa en fiesta y canallada.
¡Vivirán los ruedos
tardes de sangre y arena!
tardes de dolor y pena…
de toros y de toreros.
Arturo Antonio Torres Muñoz
JOSEFO