La aventura de escribir: Carta a mis hijos

NANCY DOLORES Y PABLO ARTURO

Cuando nos dijeron que tenían que salir a un viaje de estudios, su madre y yo, sentimos esa tremenda inquietud de saberlos lejos de nuestras manos y tan ajenos a la protección que pudiéramos brindarles.

Desesperados buscamos “El manual para ser padres” el que seguramente nos dieron cuando ustedes nacieron, aquello que nos dijera “que hacer en estos casos”, pero no lo encontramos, tal vez lo perdimos en nuestros descuidos o no lo recibimos.  Solo Dios pudo darnos la fuerza para dar una respuesta, “El consentimiento”.

Desde que nacieron, la vida nos ha enseñado con altos costos, que debemos dejarlos abrir sus alas y volar sus cielos, pero ustedes son la parte más débil de nuestros cuerpos, son un dolor en el alma que debemos cubrir con una sonrisa, aun cuando sabemos los grandes riesgos que deberán vivir, cuando no estemos a su lado.

Recuerdan el día de ayer, cuando les reñimos, cuando molestos por pequeñeces les reprendimos; no fue por no entenderlos, también así fue con nuestros padres cuando sus abuelos nos llamaron la atención por algunas simplezas, pero el tiempo nos ha alcanzado y, sin quererlo, ya somos los viejos del hogar y tenemos que repetir ese tesón incansable que normará sus conductas y les protegerá hoy y siempre en la soledad de sus decisiones: más allá de nuestras manos.

Sí, nos vieron sonreír, y pintarles los mil escenarios del camino; esos retablos en el cielo que hablan del fuego de la vida, o los desérticos parajes que lloran la desolación, que sientan el frío y el calor; esa sed que agobia y esa sombra que refresca; ese cansancio que agota en la montaña, y la quietud relajante de ríos y lagos; el perfume de las flores y el canto de las aves. Hablamos, hablamos; y hablamos para no llorar, para que no vieran nuestras penas y el dolor de despedirlos, pero la fe y la esperanza nos hicieron ver, que sus pasos no son el inicio de la distancia, sino el comienzo del regreso.

Desde ese instante, su madre y yo, estamos esperándolos aquí: en el mismo lugar en que los despedimos; en las penumbras de la inquietud, contando cada segundo en los latidos del corazón, ese pedazo de carne que Dios nos compartió, que tienen y que llevarán en el pecho sincronizado con los nuestros, hoy y siempre. Deseamos que el regreso sea pronto sin que se rompan sus días, ni sus dichas y alegrías. Queremos ver sus rostros, sentir sus manos, y escucharlos, escucharlos, y vivir lo que han vivido al calor de las nuevas experiencias y, mientras llega ese momento, rezaremos cuando ustedes duermen; a los pies de su cama, como lo escuché de sus abuelos: una plegaria a Dios eterno y estos versos:

¿Cuándo terminarán mis rezos?

Ayer recé porque llegaras;

También recé cuando naciste,

y rezo por ti cuando duermes.

Yo rezo al escuchar tus pasos,

mil rezos que lloran tu ausencia.

También recé cuando te fuiste,

también recé por entenderte.  

Rezo por el fin de mis días,

cuando no pueda defenderte,

ya solo tendrás mis rezos,

rezos, que arrancaré a la muerte.

SUS PADRES. Abril de 2004. Publicado en el Siglo de Torreón por Plaza Cuatro Caminos e ICOCULT.

Premio Memorias de El viejo y la mar 2017: Participaciones

Imborrable experiencia.

Mayor información: http://www.eluniversal.com.mx/articulo/nacion/sociedad/2017/05/19/premian-ganadores-de-concurso-memorias-de-el-viejo-y-la-mar

Haikú “Nido de perlas” refleja la añoranza que despiertan las olas del mar:

Haikú “Nido de perlas”

Regresa el mar

dormidas añoranzas

entre las olas.

Premio-SEMAR- “El viejo y La mar 2017”

Mayor información en este video: https://www.youtube.com/watch?v=4CBWDsme0To&t=2s

Cadetes de la Heroica Escuela Naval Militar Antón Lizardo, Veracruz

Mayor información: https://www.adultomayorpleno.com/2018/03/ganador-alienta-la-participacion-al-x.html?fbclid=IwAR1NpZuC9flrpLkCBcoj01bMjEktyyUdk0R6iFj-GT0sAh4lSfyC4sLHBrw

CINCUENTA Ó SESENTA AÑOS DESPUÉS (Extracto)

Las olas del mar

El recuerdo, como las olas del mar, es traer de nuevo al corazón fragmentos del pasado que deseamos disfrutar en el presente. Es una eterna lucha por retener aquello que se puede perder en las sombras del olvido.

Es un vituperio hablar en primera persona, pero recordar el perfume de aquellos primeros abriles justifica la osadía.

Atrás había quedado la Ciudad de Durango, y ya cruzábamos, rodeados por las elevadas cumbres, la Sierra Madre Occidental…

Tuve la dicha de ver por primera vez, en compañía de mi familia, el inmenso mar…