Poesía. RECLAMOS DE UN INDIO

La soledad de la sierra.

La inseguridad ha creado el flujo de migrantes internos.

El abandono Describe.

El desempleo y el hambre doblegan al orgullo de un pueblo libre.

RECLAMOS DE UN INDIO

Hoy, sentí un gran nudo en el alma, 
en los umbrales de una escuela 
lloraba un indio tarahumara, 
¡lloraba el hijo de la sierra! 

Vengo aquí a ver mi bandera 
con voz apagada me dijo;
quisiera cantarle a mi Patria, 
pero por ser indio… no puedo. 

¡Escucha el Himno Nacional! 
Mil gargantas están presentes 
y no siento el tono triunfal,
¡son mexicanos vergonzantes!

¡Ve!, son muy pocos los que cantan,
es que no aceptan su pasado,
si les preguntas… todo ignoran,
¡porque nada les ha faltado!
 
Ya no entienden de libertad 
ni los reclamos de la tierra,
ni de la carne esclavizada,
muerta y vejada sin piedad.

Se olvidaron de nuestros héroes
y que nacimos entre peñas…
¡Sin raíces!, son como migrantes
que llegan a tierras extrañas.

Ya se murieron olvidados
bajo incendiados ahuehuetes,
choque de obsidianas y aceros…
de las águilas y los tigres.

Ahí se forjaron las cadenas
que nos llenaron de ignominia,
fuimos tratados como bestias 
y el suelo se llenó de infamia.

Se olvidó a Hidalgo y Morelos,
se olvidó nuestra sangre atada,
la sangre de nuestros hermanos
dueños de todo, ¡hoy sin nada!

El oprobio incendió la sangre,
¡la libertad fue la Bandera! 
el precio colgó en la Alhóndiga…
¡No más cadenas para el hombre!

No comprenden de República
ni de tierras de manos muertas… 
Juárez fue bandera, ¡sangre india!, 
que nos dio nuevas esperanzas!

Se olvidaron de Santa Rosa,
de Río Blanco y de Cananea
y de aquellas tiendas de raya
donde moría la fuerza obrera.

¿En dónde están los mexicanos?
¡Que respondan padres y maestros!
¿qué historia tienen nuestros hijos? 
¡están perdiendo nuestros sueños!

Les apena la piel morena
y la dejarían blanca
como la tierra de caliche,
¡tan muerta como el tepetate!

Yo debo recordar mi Patria,
como la raza Zapoteca,
reyes de la tierra quebrada,
Indómita y jamás vencida.

¡Mía es la tierra de Ojinaga!
desierto que cura la noche,
de piel seca como cardenche,
que ama el agua como biznaga.

¡Mía es la tierra de las huastecas!,
donde el calor húmedo hermana,
¡Amo las tierras chiapanecas!,
tan llenas de dolor y envidias.

Las murallas de Zacatecas
forjadas en plata y cantera,
los caudales de nuestros ríos 
perfumados de álamo y jara.

Las chinampas, ¡nido de flores!, 
garzas y loros de Texcoco…
los arrecifes y corales 
que engalanan al Pacífico.

¡Amo la brisa de Campeche!,
de Yucatán y de Tabasco!
Todas las riquezas del golfo… 
¡Las que mi pueblo no conoce!

¡Yo, soy el polvo de esta tierra!
soy de otate, carrizo y yuca.
El sol curtió mi piel morena,
pintó mi pelo de obsidiana.

Pero ya ves, ¡estoy tan solo!
y mis hijos nacieron muertos!,
viven con cadenas de olvido
y jamás serán respetados.

De pronto… se quedó en silencio 
al ver lágrimas en mis ojos… 
¡Comprendes mis penas!, me dijo,
porque tú y yo, ¡somos hermanos!

Lleva a tus hijos a cantar,
¡a la Patria, a la Bandera!
Que bendigan a nuestra tierra 
en la que podrán descansar.

Este es mi último reclamo.
Voy a morir en las quebradas,
mi carne retornará al polvo
y me verás… en plumas negras.

JOSEFO
ARTURO ANTONIO TORRES MUÑOZ



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